jueves, 17 de abril de 2014

Todavía no sé dónde están mis nubes

He aprendido que quien ama como un niño
puede acabar cayendo con el peso de un adulto,
pero que quien ama como un adulto
jamás podrá reír con la sonrisa de un niño.
He aprendido que hay amores con esencia de globos
y otros con contundencia de piedras
y que ambos son exactamente igual de peligrosos;
el primero al principio se muestra imparable, imbatible
y promete volar hasta los límites del cielo,
pero una vez cegado por la proximidad del sol
cualquier cosa puede hacerlo estallar,
y te dejará cayendo a cámara lenta,
contemplando desde la cumbre de lo divino
la más pura decadencia del hombre.
El segundo parece que jamás logrará separarse de lo terrenal
y que no puede alcanzar ese ámbito celestial que te ofrecen las nubes,
pero cuando lo haga, te sorprenderá de espaldas,
te atizará en la cabeza, te romperá la boca y te dejará desorientado,
si logras, patéticamente, ponerte de pie y cogerlo entre tus manos
puedes estar seguro de que será tuyo
para siempre.

Desde el día que lo aprendí
he dejado de buscar dónde están las nubes,
por si acaso.

No hay comentarios:

Publicar un comentario