domingo, 20 de abril de 2014

Ellos

Toman pastillas rosas para combatir el insomnio,
pastillas que al dormir no te hacen soñar
y si no sueñas nunca despiertas.
Se levantan y toman café para hacer frente al nuevo día,
para acabar con ese sueño sin sueños.
Caminan como autómatas calle abajo y calle arriba,
ellos nunca saben si bajan o suben,
su mundo es una calle recta con millones de puertas
pero ninguna escalera,
ellos nunca sabrán lo que es ver las estrellas
desde cerca.
Se fuman los minutos envueltos en alquitrán y nicotina
y piensan en las horas que quedan para dejar de contarlas;
ellos nunca salen sin reloj de casa;
el segundero es una pistola de fogueo
con una única bala dentro,
pero ellos todavía no lo saben,
por eso van siempre con trajes negros;
viven en un entierro constante.
Caminan con prisas para encontrarse con nadie
y luego se preguntan por qué nunca
nadie espera.
Más pastillas.
Llegan a casa y encienden el televisor
para que una voz agradable les acompañe durante la cena.
Una copa y otra, y otra,
hasta que el reloj marca el comienzo de un nuevo día,
y entre la embriaguez y el desencanto piensan:
"Mañana todo será diferente",
pero las copas saben mejor a partir de las doce.

Estamos rodeados de personas que sueñan sin sueños.

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