viernes, 18 de abril de 2014

No ha sucumbido a los fantasmas

Vienen a mí,
como los insectos a la luz,
les atrae mi oscuridad tanto como a mí su perdición.
Vienen a mí,
buscando un rincón en el que quedarse
pero yo no tengo fuerzas para fortificar mi alma
y anidan en ella,
parásitos de lo eterno.
Me desgarran el pecho,
descosen mi piel
y construyen en una de mis costillas izquierdas
una entrada directa a mis pulmones,
para dejar escapar el aire que tenía reservado
a tus suspiros.
Refuerzan con alambre de espino sus guaridas
para impedirme arrancar mi corazón,
dicen que un cuerpo frío no les sirve de refugio.
Me están matando, socorro.
Grito,
intento desesperadamente que salgan por mi boca
y cuando llegan a la garganta
montan una fogata
que hace que todas las palabras que almacenaba
para el momento adecuado, momento que nunca llegó,
ardan,
y mi boca entonces se convierte en el maldito infierno.
Abrazan a mis labios unas últimas palabras:
Te qui...
pero cuando tocan el aire se convierte en ceniza.

Todavía hay esperanza, el amor aún
no ha sucumbido
a los fantasmas.

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