lunes, 26 de mayo de 2014

Parásito de certezas

Me acaricia el odio e interrumpe mi música, -mi silencio, mi calma-, me pica en la oreja y se traslada a la boca, se convierte en un material viscoso que amenaza con ahogarme si lo trago, se acomoda en mis ojos y me disfraza la mirada de indiferencia, sólo aquellos que miren mis pupilas sabrán que están gritando, pero qué diablos, son negras, ¡Todas son negras! Pienso entonces, que definitivamente estoy perdida.

Me sopla en el cuello y se mete entre mi ropa sin permiso, -no le culpo, yo también lo haría-, sobrevuela mi esternón en línea recta y deja una estela de vacío sobre mi estómago, se asienta en mis costillas y me hace toser sinceridad de vez en cuando, me hace escupir a la cara a la gente que el odio sólo genera más odio y que ellos llevan una cadena invisible con la que estoy tratando de jugar a la comba, y eso hace que me odien más aún. Estoy perdida.

Se instala en mis pulmones y escapa de mi boca metamorfoseado en humo negro, por eso grito, creedles cuando digan que de los capullos sólo se saca olor a ceniza, primero el incendio y luego los recuerdos calcinados. Sale y con habilidad envidiable se cuela entre mis bragas, pero allí no encuentra nada, ¡una lástima!, por suerte o por desgracia, no se puede llegar a mi corazón por mi entrepierna.
Frustrado recorre mis piernas y amenaza con borrarme las huellas cuando llega a mis pies, y caigo en el error de creer que sin huellas no hay camino, ¡cunde el pánico!, pero luego pienso que los besos son también el deseo de los labios, prefiero salvar el amor que mi trayecto, me tranquilizo, si mutila mi recuerdo podré vivir en otros cuerpos en forma de nube.
Aspiro hondo tratando de buscar el oxígeno que había batallado antes en mis pulmones por recuperar su espacio, y olvido que lo que me amenaza es etéreo y asciende, encapsulado en una corriente de aire mezclada con terror y desencanto.
Culmina su andanza en mi corazón y cesa su búsqueda, es de los pocos que sabe que ha encontrado lo que busca a la primera. Envuelve el corazón en una sustancia volátil que me devuelve su olor y me hace llorar, recoge mis lágrimas como agua de lluvia y planta una semilla en él.

Hoy me he despertado sin saber qué desayunar, a lo largo del día la indecisión se ha expandido hasta alcanzar su cúspide a las seis, cuando me he preguntado mil veces qué iba a hacer con mi vida, ahora son las nueve, y bueno, no tengo ninguna respuesta, pero al menos ahora sé que me voy a duchar.

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