viernes, 8 de mayo de 2015

Metáfora

De entre todas las mentiras
la metáfora es la más digna.
Si afirmo, por ejemplo,
que tus ojos son habitaciones de silencio
sólo cometo la imprudencia de variar la definición
del diccionario
y no delimitar con cuatro paredes
-cuatro palabras-
tu mirada.
Si dijera, por ejemplo,
que tu sonrisa es la antesala al abandono
-mi abandono, el abandono propio-,
es probable que algún lingüista
o amante de una lengua que no hace poesía
encontrara en mis palabras error de aficionado,
aún así te digo que
de entre todas las mentiras,
la metáfora es la más digna,
porque es real mientras dura
el sentimiento de quien las crea
y después
se convierten en fantasmas silenciosos
de reinos lejanos
que sólo hablan cuando son leídos,
que sólo lloran cuando los visita la nostalgia
y que ríen, en cambio,
cuando los abandona el dolor,
y sigue llegando hasta ellos
viajeros que creen
que amanece cuando tú te despiertas
y confían en pájaros,
que cuando nadie los ve,

se convierten en amapolas.

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