De entre todas las mentiras
la metáfora es la más digna.
Si
afirmo, por ejemplo,
que
tus ojos son habitaciones de silencio
sólo
cometo la imprudencia de variar la definición
del
diccionario
y
no delimitar con cuatro paredes
-cuatro
palabras-
tu
mirada.
Si
dijera, por ejemplo,
que
tu sonrisa es la antesala al abandono
-mi
abandono, el abandono propio-,
es
probable que algún lingüista
o
amante de una lengua que no hace poesía
encontrara
en mis palabras error de aficionado,
aún
así te digo que
de
entre todas las mentiras,
la
metáfora es la más digna,
porque
es real mientras dura
el
sentimiento de quien las crea
y
después
se
convierten en fantasmas silenciosos
de
reinos lejanos
que
sólo hablan cuando son leídos,
que
sólo lloran cuando los visita la nostalgia
y
que ríen, en cambio,
cuando
los abandona el dolor,
y
sigue llegando hasta ellos
viajeros
que creen
que
amanece cuando tú te despiertas
y
confían en pájaros,
que
cuando nadie los ve,
se
convierten en amapolas.
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