martes, 11 de agosto de 2015

XXIII

No siempre tuve una memoria de mierda, antes lo recordaba todo, días, horas, minutos. Todo. Ahora me pregunto si es que tal vez las cosas me importen menos y me estoy volviendo tan insensible como ella dice, pero deshecho la idea, -no por no darle la razón, que no me gusta, sino porque creo de veras que no es cierto-, y me doy cuenta de que antes vivía en los números porque era lo más tangible que tenía, ahora, en cambio, no me acuerdo de las fechas, a veces ni siquiera de los nombres, pero recuerdo la mirada exacta del momento exacto en el que los números empezaron a importarme una mierda. Y sí, ya no me olvido de tu nombre, porque a alguien tengo que culpar cuando me ataca el insonmio o me paseo desnuda por la casa y me siento sola.
No es insensibilidad, sino toma de conciencia de que no puedo seguir llorando un día de abril, recordarla a ella con la lluvia o culpar a noviembre por su falta de empatía, no puedo, simplemente, no puedo, y es lo mejor que he hecho por mí desde que la conozco.

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