Hoy voy a hablar de ti
porque escribirte
es degradarte a ser sólo palabra,
porque versarte
es reducir tus alas al fin de línea
y maquillar tus plumas
con nostalgia y tiempos muertos.
Hoy voy a hablar de ti
porque quiero condenarte:
porque hoy vas a ser recuerdo
de los que no te conocieron,
pesarás en las espaldas
de quien nos lean,
porque, mi amor,
yo soy poeta
y tú siempre fuiste poesía.
Voy a inundarte los ojos de flashbacks:
tú
nadas,
el tiempo se ríe,
el silencio te ignora un ratito,
te beso en la boca
y la sal,
por una vez,
no es de mis lágrimas.
Ahora terminas la frase
y acoges el presente como una realidad tangible.
Tú
caminas por el parque,
el verano te abraza de frente
y tropiezas con mis manos en tus bolsillos traseros,
reniegas del tiempo
mientras él te oprime la muñeca con su correa,
pero sonríes y finges que aquel ayer es eterno.
Ahora ahogas el recuerdo maldiciendo en voz baja
el don de las palabras,
pero a mí me apetece inquietar tu calma.
Tú
me miras,
me ves llorar los minutos a cámara rápida,
la escena se pinta de blanco y negro
y la voz que anuncia la salida del autobús
rompe tu música,
los focos se apagan
y entonces te susurro al oído
"abrázame como si estuviéramos en Siberia".
Ahora tú te congelas.
Hoy voy a dejar el legado
que tú nunca dejarás por ti,
porque una mariposa
no puede
verse
las alas.
Me duele la cabeza de pensarte
porque es más difícil sentirte
que descifrar el enigma de tu pelo,
ése que enreda sueños y atrapa pájaros
pero acaricia mis manos como si fueran de cristal.
Es sencillo:
me quiere.
Hoy voy a decirte algo
que tal vez nunca te he dicho:
un día me perdí en tus ojos
y vi a una niña pequeña jugando en tus pupilas
que me miró como sólo lo harías tú,
pero no eras tú,
y tenía mi mirada.
Cuando me fui
ella se marchó conmigo
y comprendí que era yo.
Desde entonces no me he encontrado.